lunes, 28 de abril de 2008

Kit Kat

7:30 am. Suena el teléfono, solo unos segundos después de que Juan había apagado la alarma de su despertador.

-Buenas, me habla el médico? suena una voz de mujer, con acento español, y un cierto dejo de ñoñería.

-Sí, él le habla, contesta Juan con la voz aún ronca por acabarse de despertar, en qué le puedo ayudar?

-Ay mire, doctor, es que yo he amanecido hoy como algo malita, y quisiera que usted me revisara a ver que me pasa... ah!, y se recuerda que me dijo que no me iba a cobrar?

Oh, noo!!, piensa Juan, mientras cierra los ojos con el teléfono aun en la mano, y es que en ese momento recordó que unos días atrás, mientras andaba caminando por el bar del hotel, se topó con un grupo de españoles que conversaban muy animados, y del grupo sobresalía una mujer que parecía ser el centro de la atención del grupo. Al pasar cerca de ellos, comenzaron a preguntarse: “y quien será ese?” y responde otro:”Hombre, que no ves que es el médico del hotel?”, y no hizo Juan mirar bien al grupo cuando la mujer salta hacia él, muy risueña y coqueta, lo abraza y le dice:

-Oye, guapo, me dicen que eres el médico de aquí…

-Si, para servirle, le dice Juan muy profesionalmente.

-Ay, doctoor, es que yo tengo un dolorcito por aquí, tocándose el bajo vientre, a ver si me puede poner una inyección de “Pollardón 500”, qué cree usted, doctor?, terminó diciendo mientras contenía la risa, lo que no pudieron hacer sus compañeros.

Juan
, que no entendió el chiste, le respondió, sin salirse nunca de su tono e imagen profesional:

-Bueno, tendría que hacerle un examen médico primero… y ahí lo interrumpe la mujer diciéndole en un tono seductor:

-Pero doctor, y usted me va a cobrar a mí…?

Juan
dejó escapar una sonrisa de simpatía, y le respondió en un tono muy caballeroso:

-No, a usted no le voy a cobrar.

-Vale!, y como se llama usted, doctor?

-Juan, y usted?

-Sofía.

Juan recordó todo esto en un par de segundos, justo lo que le tomó en responderle:

-Si, si, no hay problema. Dígame su número de habitación.

Juan
anota el número, se levanta, se arregla rápidamente y toma su maletín de médico. La ventaja de Juan es que duerme en pijama de cirugía, que no es mas que una camisa azul de mangas muy cortas y cuello en V, y unos pantalones del mismo color y de la misma tela muy liviana y suelta, que en vez de cinturón viene con un cordón para amarrárselo rápido
Así sale Juan en pijama a ver a su paciente, aun sin haberse despertado bien, y francamente un poco molesto porque va a ver a una paciente que, aparte de ser una consulta de cortesía, lo saca de la cama recién despertando, y lo peor es que está casi seguro de que será una consulta de balde, porque cree que ella está bien.

Llega a la habitación, y toca la puerta…

-Adelante, entre, que está abierta!, escucha Juan a la española decirle desde adentro.

Juan entra a la habitación. Es un desorden!, ropa tirada por todo el suelo, maletas abiertas en el piso, pero Juan no prestó atención a eso. El observa inmediatamente a la paciente, quien está recostada en su cama, arropada hasta el cuello, y al lado de ella pudo ver unos Panties encima de la lamparita de noche, y en la mesita de la lámpara una gran botella de ron Brugal Extra Viejo, con varias botellas abiertas de Coca-Cola, y un vaso a medio llenar…

-Ay doctor!, estoy malita!, decía ella entre quejándose y riéndose.

-Dígame a ver, que le pasa?

-Ay, doctor, es que anoche me fuí de copas!, estaba en la disco con unos chavales amigos míos, pero no la pasé muy bien, porque estaba algo aburrida con ellos, y me vine a la habitación como a eso de las 2:00 am

-Bueno, entonces parece que sí se divirtió… dice Juan, aún sin comprender bien lo que le pasa a la mujer.

-Bueno, sí, pero es que esos chavales son muy pasa’os!, dice Sofía mientras se levanta de la cama, mostrando una bata semi-transparente, que deja ver una silueta muy voluptuosa, y confirma la sospecha de Juan de que no llevaba ropa interior.

-Mira que uno de los gerentes de aquí, Francisco, me estaba llamando luego como a las 3:00 am para ver si podía subir a mi habitación, y yo le dije que no!, continuó diciendo ella, - parece que el tío ese pensó mal de mi, quizás porque estábamos en la disco bailando Reggueton y yo me puse a bailarle así y, mientras lo decía, se le acercó a Juan de espaldas y muy sensualmente le bailó, de espaldas a él, pegándole las nalgas a las caderas de Juan, y sobándoselas de manera circular, de arriba abajo, sintiendo como la piel caliente de Sofia, a través de su fina bata de seda, calentaba el sexo de Juan, haciéndole responder de inmediato.

-Eh, déjame ver otra vez, dijo Juan en tono suave, -como fué que le bailaste a él?

-Oh, así!, y le repitió el movimiento esta vez con más malicia y más erotismo.

Eso era lo que Juan necesitaba para saber qué le pasaba a Sofía, y cual debía de ser el tratamiento.

La terapia fué bien intensa y, para sorpresa de ambos, les tomó mas de 4 horas corridas, sin interrupciones de ningún tipo, y usando todo el arsenal del que ambos disponían! Quizás al principio, si Juan fuera más observador, hubiese notado al entrar la tremenda caja de condones Protex que estaba en la cama sin abrir, y que debía de tener como veinte o más de esos. Ambos los usaron.

Al final, luego de la maratónica ronda, Sofía le dice a Juan que tiene que empacar, porque ella se vá ese día, y tiene que estar en el lobby en 1 hora para el check-out, o sino el grupo la deja.

-Y oye, guapo, no se si todos los dominicanos son así como tú, pero la verdad es que tú le das mil patadas a cualquier hombre de mi país!

-Ah, y llévate esto, que ya no lo quiero!, le dice Sofía, entregándole a Juan una caja con 20 barras de chocolate Kit Kat.

-Y esto, dice Juan entre sorprendido y algo indignado...

-No, no lo tomes a mal, es que aunque no lo creas, hacia muucho tiempo que yo no hacía nada, y mi fantasía era encontrar a un rico dominicano para eso y, si al final tampoco hacía nada, entonces me iba a hartar de chocolates, porque es lo mas parecido a un orgasmo, me entiendes?

Horas después de haber partido Sofía estaba Juan, recostado en la cama de su habitación con una sonrisa de oreja a oreja, disfrutando de una barra Kit Kat, y saboreando los ricos, deliciosos e intensos momentos de placer que vivió esa mañana inesperada, con su “pacientita española”.

Le tomó a Juan dos días comerse todos los Kit Kats y, aún hoy, cada vez que pide un chocolate, pide uno de esos, porque cada mordida revive en él los sabores, los olores y las sensaciones mas intensas de aquella suculenta terapia matutina.

4 comentarios:

Argénida Romero dijo...

eh...suculenta historia. No pude evitar al leer preguntarme si por si acaso trabajas de medico en hoteles. No lo digo porque crea que eres el protagonista de la historia, sino porque a veces usamos de nuestro entorno para crear historias como estas.

Un abrazo.

"Alex G." dijo...

Argénida, gracias por leerme!
Sí, es cierto. A veces uno tiende a plasmar ciertas experiencias personales en forma de historias.
Es solo un ejercicio prosaico que haré no muy frecuentemente.

... dijo...

jejejej argénida se adelantó a mi pregunta... muyy eee chocolatosa ;) la historia.. saludos alex

Carolin Guzmán dijo...

jajaja permíteme reírme porque aparte de la aventurilla aparecen los chocolates Kit Kat que son sin dudas mis favoritos, son una tremenda delicia. Y la actitud de ella me parece bien, yo creo que haría lo mismo si no quedo satisfecha en esta parte, los chocolates Kit Kat tienen algo mágico al menos semanal como costumbre me como dos.